Hoy escribo sobre etiqueta energética.
Una idea con unos principios muy buenos para el ahorro energético que se ha desvirtuado por la mala praxis de quien ha reventado el mercado bajando los precios hasta convertirlos en ridículos o ha realizado etiquetas bajo pedido con el fin de que edificaciones que no están bien acondicionadas tengan una «buena valoración».
Como en todos los campos de la vida, la generalización lleva a la injusticia, habiendo profesionales que si le dan un valor a su trabajo y a su firma y saben que tanto uno como otra cuesta y por eso hay que cobrarlo, en su justa medida, pero cobrarlo.

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